Hace unos años, una persona que me ha enseñado mucho me explicó la diferencia entre el amor y las relaciones. Guiados por el pensamiento romántico, entendemos que el amor y el relacionamiento son una sóla cosa. Pero, según esta persona, no lo son. Son diferentes.

El amor es un sentimiento que crece y se hace cada vez más fuerte a la medida que lo sentimos y lo ofrecemos. No es algo que deba ser buscado y recibido, pero debe ser ofrecido y cuánto más lo hacemos, más plenos y completos nos sentimos. El amor es una energía de fuente inagotable que brota cada vez más cuando nos entregamos a ella.

Sin embargo, la reciprocidad debe hacerse presente en un relación. Funciona como si fuera una energía en que ambos tienen que estar activos para que la relación se mantenga fuerte y sana. Los valores que van a nutrirla son variados: interés, compasión, competición, alegría, miedo de la soledad, entre otros. Depende de cada relación y no hay como decir lo que es correcto o lo que es equivocado. Cada relación  que me ha tocado investigar tenía su propio código de ética y valores.

En el caso de las relaciones amorosas, las parejas más felices, según mi visión, son las que los dos están preocupados en mantener la reciprocidad activa y fuerte. Los más infelices son los que no la practican. Es cómo si apenas uno de la pareja pateara la pelota en un partido y la otra parte nunca la regresara. Lo mismo pasa en el mundo profesional y en el de las amistades.

La reciprocidad no necesita darse de la misma manera, pero si en la misma medida – y creo que esto es lo que genera más malentendidos en una relación. Una de las partes tiene por hábito, por ejemplo, dar regalos y hacer sorpresas constantemente y la otra persona nunca ofrece ese tipo de actitud. La sensación que puede se tener es de falta de reciprocidad. Pero, quien sabe, la otra pareja ofrece otro tipo de “regalo”. Lo que deberíamos evaluar es la cantidad de atención, afecto y esfuerzo ofrecidos uno al otro. Y no el hecho en sí. Hay comportamientos que  son fáciles para unos y difíciles para otros. Pero si por causa de esa diferencia, un lado pasa la vida sin se esforzar para agradar su pareja justificando que no tienen el perfil, puede estar presentando un rasgo de egoísmo que bloquea la reciprocidad que pudiera haber en un relacionamiento.

Las relaciones son cultivadas en cada oportunidad, en cada gesto. Yo sé que la vida anda muy movida, pero una apertura verdadera para poner atención al otro, a su momento, apoyándolo cuando sea necesario, las fortalece, haciéndolas sanas y afectuosas. A veces, la regularidad no siempre es requisitada. Lo principal es la calidad de la atención que es proporcionada. Estar siempre listo para contribuir cuando sea el momento necesario para el otro, demuestra una buena dosis de amor y generosidad.

En la vida profesional, muchas personas se olvidan que el mundo gira siempre y pasan a vivir aisladas, sea por un volumen de trabajo, o porque sólo piensan en su futuro y en sus problemas. Sin embargo, cuando el mundo gira y, desafortunadamente lo he visto pasar, en el momento más frágil la persona se da cuenta que alrededor de sus pies están todas las pelotas que le fueran entregadas y que no supo devolverlas. En estos momentos, es fundamental tener amigos y conocidos afectuosos que le ofrezcan una mano aun sabiendo que no habrá reciprocidad, si no por el simples placer de practicar el amor.