Mientras comía con una amiga, hablábamos sobre relacionamientos. Recién casada, estaba descubriendo poco a poco las características de su esposo que no combinan con su perspectiva de vida.

Siempre va haber quien se haga la pregunta ¿Cómo uno no se da cuenta de eso? Pueden existir diversos motivos y, por eso, me enfocaré sólo en algunos. Hay personas que cambian después que se casan. Cambian para volver a ser lo que tal vez han sido siempre hasta que se enamoraron.

Cuando nos enamoramos, un nuevo mundo se abre para nosotros. Lleno de posibilidades. Con eso, intentamos ser lo que no somos en realidad, pero nos gustaría serlo. Especialmente si facilita la relación.

No significa que mentimos para la persona amada, aún que pueda pasar en algunos casos. Sinceramente, creo que se trata más de movernos hacia una nueva realidad que estamos intentando crear entre los dos. Si la pasión es verdadera, también esa etapa es real.

¿Pero, por qué las cosas cambian? La institución del matrimonio genera un compromiso social, emocional y burocrático, dándole más peso a todo. Queramos o no, las cosas pasan a ser más serias. La seriedad podría generar más estabilidad, transformándose en un motor propulsor para atrevernos más. Cuanta más seguridad, más confianza para probar nuevos caminos, ¿no es verdad? Desafortunadamente, no.  

Para muchas personas, la estabilidad se convierte en comodidad. Así, en contramano del atrevimiento, nace el deseo de regresar a la antigua forma, al estilo, al status quo anterior a la pasión. Los aires de cambio que vinieron con ella pierden fuerza. Los antiguos hábitos vuelven a instalarse.

¿Cómo evitar que eso suceda? Conciencia y autoconocimiento. No hay milagro. Lo que debe haber es clareza y reales ganas de salir adelante con la relación.

Románticos pueden decir que el amor lo supera todo. Como ya lo he dicho, creo que sí, el amor es incondicional, pero la relación no. Ella requiere reciprocidad para mantenerse viva. Por eso, es posible seguir amando a alguien aún si no nos relacionamos con él.

La conciencia nos da la capacidad de entender cuáles características tienen el otro que nos molesta y que difícilmente dejarán de existir; y el autoconocimiento nos ayuda a descubrir si podremos vivir o no con estas características por mucho tiempo. La clareza nos ayuda en este análisis sin ilusión y, si la decisión es seguir junto con esa persona, la fuerza de voluntad nos ayuda a trabajar a favor de ese amor.