Hemos hablado en este blog sobre el poder y cómo ha configurado nuestras vidas. En este texto, traigo este tema para los relacionamientos amorosos felices. Llevo casi 15 años de relación, con mucha felicidad, sin ningún exagero en la expresión. Es común que personas que convivan con nosotros pregunten cuál es el secreto de nuestro amor feliz. La verdad es que no sé si existe un secreto o una receta para ofrecer porque cada quien tiene su historia, con sus expectativas, miedos y sueños. En una pareja, esto es, literalmente, multiplicado por dos y esta matemática necesita tener un resultado armónico. No es fácil. Pero es posible.

Durante el final de semana, reflexioné sobre tantos casos de relacionamientos que he escuchado a lo largo de mis años como investigadora. Pensé en el mío y en lo que nos ayuda a tener la tan deseada felicidad. Queda claro – clarísimo por así decir – que vivir una relación amorosa feliz es una conquista diaria. Consciente, esforzada y enfocada. Pero, diferente a lo que asociamos al concepto de conquista, en esta no hay competición porque no hay – o no debería haber – un perdedor. Pienso que la relación-amorosa-feliz se acerca al nuevo poder, el poder isonómico, que hemos hablado aquí.

En este nuevo modelo de poder, la jerarquía es menos relevante, el ejercicio de poder se dá sin subyugar. La conquista de una relación-amorosa-feliz, por mi experiencia personal y de mis estudios me han enseñado hasta el momento, que está basada en la isonomía. Es decir, derechos iguales entre personas diferentes. Cuando hay respeto a las diferencias sin querer anular al otro.

Pensando en esto, les presento algunos puntos que pueden ser los factores de éxito de mi relación-amorosa-feliz: lo primero es el deseo profundo de que la relación salga adelante y que eso sea mayor que nuestros egos. Así, la “autoimportancia” se vuelve menor. Les dejo claro que lo que entiendo por autoimportancia es cuando colocamos nuestro “yo”, nuestra persona frente a todo – nuestras ganas, opiniones y verdades. Sé que eso es contrario a todo lo que hemos leído por ahí. En las últimas décadas, la creencia de “ámese primero” es lo que más se lee en materiales de autoayuda. Y es verdad, sin embargo, en una relación amorosa, el ceder y dejar el ego a un lado a favor de lo que es justo y correcto para el relacionamiento, es fundamental. Y para poner en práctica la justicia, sin duda, el “yo” es disminuido. No intento convencer o imponer lo que yo quiero, lo que me hace feliz, si no lo que – con el distanciamiento de mi “yo” – considero justo para ambos. Así, los dos ceden en su tiempo y asuntos, sin sacrificio.

Y ahora, el segundo punto fundamental de mi relación: no hay víctimas. Nadie se sacrifica. No consideramos el sacrificio un honor, un valor o mucho menos amor. Amor entre dos personas no debe ser sacrificio. El amor para nosotros significa dar y recibir, ceder en lo que consideramos justo. Si es justo, no es sacrificio. Son intercambios. Hace muchos años una maestra me explicó que: “el amor no necesita intercambios pero de la  donación. La relación si necesita de intercambios”. Entendí que no podemos amar profundamente y optar por no relacionarse porque nos lastima. Entendí también que sacrificarse por amor puede ser una adicción, la manera en que la persona opera en el mundo. Y eso suele ser una opción manipuladora. Es una manera de tener el poder “sobre”, que es cuando se subyuga a alguién.

El tercer punto, conectado, claro, a los anteriores, es que solo estamos juntos porque la relación nos hace felices. Es un círculo vicioso, estamos juntos por la felicidad que tenemos en estar juntos. Somos independientes en todos los sentidos, menos en la felicidad. ¿Que curioso, no? Estoy segura que sería menos feliz sin mi marido. El foco, por lo tanto, es la felicidad, no mi marido ni la relación. Para obtener la felicidad necesito la relación amorosa con él. ¿Entonces, cómo no cuidar a este bien tan precioso? Utilizo de mi autonomía y disciplina para obtener lo que deseo, o sea, practico el poder “para”.

El cuarto punto de mi lista tiene que ver con el cuidado y el autoconocimiento. Para cuidar adecuadamente necesitamos conocernos y también al otro. He repetido aquí sobre la necesidad de autoconocimiento para evolucionar. Entiendo que evolucionará el más capaz de optar con conciencia por aquello que le dá tranquilidad, paz y felicidad. Eso aumenta nuestra capacidad de amar.

Existen millares de maneras de autoconocimiento y, para mí, las más eficientes dependen del apoyo de terceros. Pienso que  autoconocerse sin la ayuda de un especialista, independiente de la línea de actuación, es no querer ir más allá del conocimiento sobre sí mismo. Respeto la opción, porque creo que puede haber mucho dolor en dónde hay mucha resistencia, pero también aprendí que el dolor es como pus que pulsa e infecta todo alrededor. En algún momento es necesario abrir y limpiarlo, porque, como dice Jung “el inconsciente cuando no es expuesto a la luz, se convierte en destino”.